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Un sábado en Central Park


La petición era simple: un cumpleaños -picnic boho chic con un splash de Friends- sorpresa en Central Park. Con una decoración sencilla pero impactante. Pan comido.


Para los que no lo saben a mí me encanta ser host de eventos y los inventos, más todavía. Cualquier reunión se convierte rápidamente en el evento de la semana. Así que aceptar la misión de organizar esto, más que un reto, era algo que estaba en mi bucket list… que no sabía que estaba.


Cuando se vive lejos de la familia cualquier excusa es buena para estar en contacto, ayudarlos y por supuesto, para pasar un día inolvidable con ellos. Ahora, solo quedaba trabajar con los detalles y la logística que conlleva este “embeleco”.


Lo primero que hice fue comunicarme con la oficina de Parques de la Ciudad de Nueva York para obtener el permiso necesario. Dependiendo de la cantidad de personas en la actividad, necesitaras un permiso o no; así que nunca está demás asegurarte que lo necesitarás. Los empleados fuera sumamente amables y diligentes no solo con el permiso, también con el área perfecta para la actividad.



Una vez con el permiso en mano, nos dimos a la tarea de crear el plan y diseño de lo que se quería. No todos los días celebras tus quince años en Central Park con un grupo de amigos y familia. Cuidar de los detalles era crucial porque nada podía salir mal. Ahí fue que comencé a sentir la presión. Esto no era un wine night en mi casa con mis amigos, esto era el EVENTO y muchas memorias se crearían esa tarde. Había que planificar, organizar y ejecutar sin fallar.


Primero hice un vision board de los elementos de la decoración desea: mantas, velas, flores, globos, toques distintivos del programa Friends… Pero algo faltaba y no sabía qué. No soy fan del programa Friends y sabía que algo más debía ser incorporado. Así que recurrí a mis amigos que si son seguidores del show y me dieron la respuesta: el sofá. Tenía que llevar el sofá de Friends a Central Park sí o sí. Cómo, no lo sabía, pero de que lo llevaría no había duda. Mientras más complicadas sean las aventuras, mejor para mí.


Luego, la comida. Una parte muy importante de cualquier evento. ¿Qué le puedo ofrecer a unas 25 personas en Central Park un sábado de octubre…? Rápido saque mi libro de recetas y ahí estaban las repuestas. Para seguir con la idea del picnic nos fuimos con un charcuterie board de quesos y jamones con frutas. Diferentes dips con galletas y panecillos. Una ensalada fría de pollo con croissants, una ensalada de granos con bagel chips y un delicioso orzo con ensalada caprese. Dulces y galletas, acompañados por unos cupcakes espectaculares de vainilla, chocolate y canela. Un manjar.



Después de muchas horas de planificación y organización, llegó el día. ¡Qué nervios!


Ese sábado, mi asistente y yo comenzamos a trabajar bien temprano. Teníamos que manejar el tiempo de la manera más efectiva y ya las 9:30 de la mañana estábamos en Central Park. Ahí comenzó la zandunga. El Uber nos dejó en la entrada que no era y tuvimos que caminar un bloque completo con 10 bolsas repletas. Intenso es poco pero ahí hicimos el cardio del año; eso de seguro.



Tan pronto llegamos al lugar elegido, Summit Rock, nos quedamos sin aliento. ¡Qué lugar tan hermoso! Una de las maravillas de Central Park es que nunca deja de sorprenderme. Siempre que lo visito siento que descubro más y más sobre el. Central Park es uno de mis lugares preferidos en nueva York y he pasado innumerables horas paseando por él. Pero ese sábado era más especial que nunca. Así que descubrir que estábamos en un mini paraíso fue una sorpresa y alegría inmensa.


Esa mañana estaba perfecta. El clima, el ambiente, la energía del parque… todo estaba trabajando en conjunto con el universo y con nuestras oraciones.

Nuestra área en Summit Rock tenía una especie de plataforma en piedras que serviría de mesa para nuestro “picnic”. Pusimos nuestras mantas y acomodamos la decoración integrando los platillos que serían degustados. Flores, frutas, dulces, velas… ya todo estaba tomando forma. Añadimos uno que otro toque de chulería para darle movimiento y color. Los globos y los toques de último minuto.


Mientras decorábamos muchas personas se detuvieron a observar y a decirnos alguno que otro comentario, pero uno en particular me llego al corazón: “what you’re doing is an act of love”. Cuan cierto. Cuando hacemos lo que nos hace bien, los que nos hace feliz es un acto de amor. No solo para quien lo recibe, para nosotros también Es un alimento para el alma. No lo había visto así, pero cuánta razón tenían aquellas palabras.






Finalmente, llego la hora del show. Llegó la familia, la homenajeada y el grupo de amigos que la acompañaba. Entre sonrisas y risas y mucho amor se celebró el cumpleaños número 15 de Natalia. Con sus amigos más cercanos y su familia, que indudablemente la ama.


Me retire a un banco a observar cómo todo se desarrollaba y cómo celebran, comían, bailaba y la pasaban bien. Parte de mi trabajo estaba completo. Pero la estrella del día aun no llegaba: el sofá.



En un rincón del parque y a medio pulmón y a media máquina, llenamos el sofá inflable. Jamás pensé que ese sofá iba a ser la sensación… pero lo fue y le doy gracias a mi amiguita Ale por la idea.


Y eso es lo que a veces necesitamos, una idea loca que nos saque de nuestra zona de confort que nos empuje a hacer nuevas cosas y nuevos retos.

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