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El Perú que no conocí

Creo que yo estaba en Cuarto grado cuando abrí el libro de Historia y vi a Machu Picchu por primera vez. Desde ese día supe que tenía que ir. Por años he pospuesto ese viaje... I don’t know why. El año pasado dije this is it, me voy para Perú... Pero por falta de tiempo, terminé en Europa. Sabía que en el verano del 2020 tendría más tiempo y podría explorar más y a gusto. Así que desde diciembre del 2019 comencé a planificar el viaje. Organicé todo, hasta el más mínimo detalle. Hablé con amigos que habían ido y con amigos peruanos, que pudieran ayudarme -con sus consejos y experiencias- a moverme en el país sola y sin problemas. Les hice un millón de preguntas. Les agradeceré siempre su ayuda, su tiempo. Tenía un mapa mental de las ciudades, estudié sus calles y sus barrios. Lima sería la primera parada. Iría a sus museos, tomaría clases de cocina y quería tirarme en parapente en Miraflores. Sumergirme en la historia y en la cultura. Sentirme por un momento que era parte del entorno, de Perú. Una semana después me iría para Cusco, a vivir la experiencia de la vida. La que, estaba segura yo, me cambiaría mi vida. Exploraría, por algunas tres semanas, aquellas mágicas ciudades... sin prisa y sin pausa. Soñaba por caminar por aquellos caminos milenarios repletos de historias. De muchos como yo, que fueron a conocer la magia en la realidad. Ser parte de la historia. Admirarla y respetarla. Pero la vida tenía otros planes y todo se quedó en el papel. Se quedó en los planes y en la imaginación. Cancelar el viaje a Perú me dolió; y mucho. Creo que fue la primera vez que lloré durante la cuarentena. Lo que debía ser un viaje que me cambiaría la vida se convirtió, nuevamente, en un sueño. Casi como un espejismo.


La pandemia y todas las secuelas nos quitaron muchas cosas a todos. Unas más importantes que otras. Pero también, nos dejó una que otra enseñanza. Todas las oportunidades de ir a Perú que dejé escapar por no estar “suficientemente preparada”. El miedo a viajar sola y sin conocer.


Si algo aprendí de todo esto es que a veces, hay que planificar menos y aventurarse más.


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