Una noche en Barcelona, un amigo y yo estábamos buscando un lugar para comer. Nos estábamos quedando por Sant Antoni y al salir del apartamento nos dedicamos a recorrer las calles y a ver… ver que aparecía. Siempre que viajo me gusta adentrarme en el día a día de la ciudad, usar el transporte público, ir a pequeños restaurantes y tiendas llenos de locales. Siento que la experiencia es más real y me acerca más a la ciudad.
Al doblar una esquina, vimos un restaurante mexicano llamado Taco Taco y dijimos por qué no. A comer comida mexicana en estos rincones de Barcelona. Al tomar esta decisión no teníamos ni la más remota idea de que esa noche viviríamos una de las mejores experiencias en Barcelona y en España.
Al llegar, nos sentimos en un rincón de México, lleno de decoración y colores tal cual un pueblo o rincón mexicano. Las empleadas nos dieron el saludo de bienvenida y rápidamente nos ubicamos en una mesa en la que podíamos apreciar todo el local. Tan pronto vimos el menú la boca se nos hizo agua porque todo sonaba delicioso.
Decidimos pedir unos nachos para probar las diferentes salsas y hacer embocadura para los tacos. Los nachos estaban muy buenos, con las salsas aún mejor. Creo que esa fue la primera vez que me arriesgue a tratar tantas salsas en una misma noche. Luego, llegaron los tacos y el siguiente estaba mejor que el anterior. Era increíble que en aquel rincón de Barcelona estuviéramos comiendo comida mexicana auténtica.
Entre taco y taco, margarita y margarita comenzamos a hablar con los empleados del local. Casualmente, algunos caribeños, algunos latinoamericanos, todos conectados por la comida y la música. La música. La sorpresa que nos daría la música.
Cuando le dijimos a los empleados que éramos de Puerto Rico que estábamos de visita en Barcelona gritaron al unísono ¡Puerto Rico! ¡La canción!... ¿La canción? Mi amigo y yo nos miramos y nos reímos porque no entendíamos de qué canción nos hablaban.
Resulta, que una de las chicas llevaba mucho tiempo tratando de descifrar una canción que había escuchado hacía mucho tiempo y la cantaba un cantante puertorriqueño. Por más que trataba de recordar la lírica, la memoria le jugaba una mala pasada. Mi amigo le dice que se ha “salvao’” porque yo sé muchas canciones… ¡Qué estrés! Creo que en ese momento se me olvidó hasta el nombre… ¿Qué canción sería esa? ¿Me sabré el título?
De la mesa nos movimos a la barra, margarita en mano dispuestos a resolver este misterio que atormentaba a este ser. Estábamos decididos, así tuviéramos que empezar a llamar a nuestros amigos en Puerto Rico.
Todos puestos en posiciones, ella comienza a tararear la canción varias veces. Mi amigo dice “no me suena”… pero a mí sí. “Dale, tararéala otra vez” y ahí, algo conectó en mi mente. Le dije pienso que este es el título, ella me miró con cara de: “¿estás segura?” y corrió a buscar la canción en internet.
Pues sí, esa era la canción. Al fin logramos salvarla de los juegos de la memoria. Para mí, esa ha sido una de las mejores noches como turista, de vacaciones en una ciudad nueva. Conectado con los locales que intentan conectar con las raíces de América que dejan atrás. Esa noche, en un restaurante mexicano entre tacos y margaritas, latinoamericanos y locales bailamos y celebramos con salsa puertorriqueña.
La magia de descubrir rincones inesperados en ciudades nuevas.
I love Barcelona and salsa.
Σχόλια