No existe una ciudad más bonita que el Viejo San Juan. No la hay. Tal vez puedan pensar que estoy parcializada y puede que tengan razón; pero les invito a viajar conmigo a mis rincones preferidos.
Un domingo cualquiera lo comienzo caminando a lo largo del Paseo la Princesa entre sus farolas, bancos y su fuente Raíces, que nos reciben bajo el sol tropical de Puerto Rico. Uno de los rincones más lindos que hay en el Viejo San Juan, y de mis preferidos, se encuentra justo después de la fuente. Es un paseo corto, que nos lleva hasta la imponente Puerta de San Juan, ahí un magnífico árbol cruza sus ramas hasta casi tocar el agua de la bahía de San Juan, que rompe sus olas en las murallas de la ciudad. El espectáculo visual es casi poético. Las ramas del árbol caen delicadamente a través del paseo, casi tocándolo; casi siendo uno.
Al cruzar la Puerta de San Juan te transportas, la caleta de San Juan te lleva a un enjambre de calles que te invitan todas a ser parte de ellas. A la izquierda, la calle Clara Lair te lleva a la Plazuela de la Rogativa. Ahí, encontrarán una escultura de bronce de un obispo con tres feligreses que, según cuenta la historia, lograron frustrar el ataque de los ingleses a la ciudad de San Juan. A pedidos del gobernador, desesperado por la falta de soldados, las mujeres salieron en procesión con antorchas, campanas y mucho ruido. Los ingleses, al escuchar la conmoción y ver el fuego, pensaron que los refuerzos eran más que ellos y finalmente, desistieron.
Pero si decides subir por la Caleta de las monjas, llegarás a la Catedral de San Juan Bautista en la calle del Cristo, la segunda más antigua en las Américas. Fue construida en el 1521 y reconstruida unos años después luego de una tormenta. La Catedral es punto de interés para turistas y locales por su historia y arquitectura.
A pasos de la Catedral, se encuentra la mundialmente famosa calle de San Sebastián. La calle de San Sebastián es rica en cultura y llena de historia; especialmente conocida por Las fiestas de la calle de Sebastián que se celebran el tercer fin de semana de enero. Trayendo música, alegría, lo mejor de las artes y la gastronomía puertorriqueña al Viejo San Juan.
Arropada de adoquines, como muchas otras calles del Viejo San Juan, la calle San Sebastián reposa sobre el tope de la ciudad, llena de bares, restaurantes, tiendas y edificios bañados en colores. Uno de sus caminos te lleva hasta la plaza de San José donde reposa la ahora restaurada Iglesia San José, y a pasos encontrarás la Plaza del Quinto Centenario y el Tótem Telúrico de unos 40 pies de altura que simboliza el origen del Nuevo Mundo.
Allí, en la Plaza del Quinto Centenario tendrás una de las mejores vistas en todo el mundo. Un rincón que mezcla la historia, la puertorriqueñidad y las maravillas de la naturaleza: a tu izquierda el majestuoso Castillo de San Felipe del Morro, el cementerio Santa María Magdalena de Pazzi y la comunidad de La Perla. Todo esto, con el Océano Atlántico de fondo mágico mezclado con el infinito azul de cielo puertorriqueño.
El Castillo San Felipe del Morro, mejor conocido como El Morro entre los locales, es una fortificación construida por los españoles entre los siglos XVI y XVIII con el fin de proteger la ciudad de San Juan de ataques marítimos. Además de contar en su interior con exhibiciones sobre su historia y construcción, los jardines de El Morro son también el lugar predilecto para pasadías, picnics y volar chiringas o papalotes con amigos y familia.
Entre los jardines de El Morro y la Plaza del Quinto Centenario se encuentra el Cuartel de Ballajá. Construido entre los años 1854 y 1864 con fines militares, en la actualidad es centro cultural, con museos, cafés, actividades artísticas y musicales.
Después de un recorrido en Viejo San Juan, allí en Ballajá puedes pasar la tarde tomando un rico café con leche o refrescarte con una sabrosa piragua, mientras la brisa te refresca y el sonido de las olas acompañan tu caminar.
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